Esteban Rojas
«Gracias, Miggy«. El béisbol, unánimemente, rinde honor a uno de los mejores bateadores de todos los tiempos. Miguel Cabrera se despide convertido en leyenda, cumpliendo la promesa que hacía el descomunal talento de aquel prodigio que debutaba hace 21 años en las Grandes Ligas.
Sus números encandilan: 3.174 hits, average de .306, 511 jonrones, 627 dobles, 1.881 carreras impulsadas y 1.551 anotadas… y en el camino el slugger venezolano coleccionó dos premios como Jugador Más Valioso y cuatro títulos de bateo.
«Jugué con amor. Jugué duro. Voy a extrañar al béisbol, pero es lo que hay, siempre hay un final», dijo a la prensa Cabrera, de 40 años, tras jugar el domingo por última ocasión en las Mayores, en una jornada muy emotiva en la que su nombre fue anunciado por sus hijos Isabella, Christopher y Brisel por los palantes del Comerica Park de Detroit, que le ovacionó sin descanso.
Criado en una familia de deportistas en La Pedrera, barrio humilde en su natal Maracay (ciudad a 120 km de Caracas), Cabrera tenía 16 años cuando firmó con los Marlins de Florida -Marlins de Miami en la actualidad- con un bono de 1,8 millones de dólares, récord entonces para un prospecto. Su madre, ‘Goya’, había jugado sóftbol con la selección nacional. Su tío David, expelotero, dirigía la escuela de béisbol en la que se formó.
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